jueves, 2 de agosto de 2012

Reencuentros que emocionan

Hasta que no retoque las fotos de la Pandorga de este año no sé cuántas ni cuáles publicaré, pero lo que tenía claro desde que pulsé el click de mi Canon es que había una foto que me hacía una tremenda ilusión compartir, y por eso, sería la primera.



La Pandorga, la fiesta grande de Ciudad Real, tiene todos esos componentes que la hacen ser apetecible por un amplio sector de nuestra gente, independientemente de edad, sexo o clase social: ha recorrido unos siglos en la historia de la capital, bebe de la fuente del folklore manchego e incorporó en los años recientes alguna que otra actividad "descarada" que atrae en masa a nuestros jóvenes. Por ello, es una cita social, pero sobre todo emotiva, que muchos esperamos con ilusión durante todo el año.

En el componente simbólico de la fiesta, aparecen las figuras del Pandorgo (ésta sí originaria de los comienzos) y de la Dulcinea, típica "reina de las fiestas" y abanderada de la mujer manchega. Y este es el punto de partida de estas vivencias, puede que meras trivialidades para unos, pero en mi caso constituyen un baúl lleno de bonitos recuerdos que siguen teniendo, aún hoy, conexión con el presente.

Re-conocí a Eugenio Martínez Díaz en la primavera de 2004. Él era uno de los candidatos a Pandorgo (uno de los favoritos en las porras populares). Yo era la Dulcinea recién electa. El marco fue el costumbrista patio del Museo López Villaseñor (otrora casa de Hernán Pérez del Pulgar) en la presentación del libro "La Pandorga, el pandorgo y la dulcinea" de Samuel Guerrero. Fue este (conocido de mis padres) quien nos remitió a Eugenio que resultó ser una persona tratada por ellos de hace mucho tiempo, ya que él y su mujer, Encarni, eran los dueños del castizo bar Dulcinea (¿qué propio, verdad?), un icono del barrio de la Plaza de Toros, donde hemos vivido buena parte de nuestra vida. Y por supuesto que hemos ido bastantes veces allí a tomar algún refrigerio. Además, Eugenio es hermano del Hermano Mayor de una de mis cofradías de Semana Santa, en la que tengo una participación más o menos activa. Pero no por estas casualidades se podría decir que Eugenio fue especialmente jovial, campechano o afable en esta primera conversación que mantuvimos entonces, ya que ésta es su manera natural de ser. Eugenio es una persona sincera, bondadosa, amable, atenta, sencilla y humilde, conocedora del trabajo sacrificado (como buen hostelero que ha ido ampliando su negocio a base de horas de abnegación laboral) y me atrevería a decir que de esas pocas personas especiales que despierta simpatía en todo el mundo. Simplemente con ver esos ojillos rasgados, alegres y esa barba bonachona "de Papá Noel" se puede adivinar esta descripción.

Pues con esta tónica vivimos durante aquel año muchísimos encuentros en las diferentes citas que nos brindaba la Pandorga y la Feria capitalinas. Y más allá, porque hemos tenido el placer de volver a juntarnos en muchas ocasiones, constatando que uno de los grandes regalos de aquel "nombramiento" fue haber conocido a Encarni y a Eugenio.

Sin embargo, a veces la vida se empeña en darnos sustos y parece poner a prueba a aquellos que menos lo merecen. Y es que en mayo del pasado año, Eugenio sufrió un gravísimo accidente mientras circulaba con su motocicleta en un cruce muy peligroso de la carretera de Carrión en el que llevó las de perder (algo que se sumó a la temible aparición de la palabra "cáncer" a las cercanías de mi querida Encarni).

[Paréntesis reivindicativo] Por cierto, hubo un tiempo en el que inaugurar rotondas en Ciudad Real (algunas sin ton ni son como la de, en mi opinión, la estación del AVE) estaba de moda, pero parece ser que en los cruces extra-ronda no lucen tanto... Al conocerse la noticia (precisamente durante el festival de mayos organizado por María José Melero) se declaró la regulación del tráfico en este cruce por glorieta pero aún estamos esperando... [fin del paréntesis reivindicativo]

Un año de sucesivos ingresos en el hospital y operaciones diversas, muy duro tanto para Eugenio como para el resto de su familia, sin embargo han sido sobrellevados por todos ellos con una paciencia, entereza y ánimo dignos de los valores que imperan en esta familia. Y la perseverancia y el optimismo han hecho que, tras un año de intensa rehabilitación y lucha (y después de que el año pasado mi pandorgo y mi pandorga no pudieran hacer acto de presencia en La Fiesta -Encarni durante más años que Eugenio-), el pasado 31 de julio pudiera volver a disfrutar de su presencia en el tradicional estrado de la Plaza Mayor y ser partícipe de la emoción que se leía en sus rostros (y en el mío) de poder dar gracias por tanto a la Morena del Prado.